Lo primero que atacaron en la ciudad de Ivankiv fue el museo.
Era el segundo día de la guerra. La bomba golpeó un modesto edificio que contenía algunas de las obras de Maria Primachenko, una de las artistas más populares de Ucrania.
Los vecinos no dudaron. Rompieron la reja del museo de historia local, entraron al infierno de fuego y conservaron 15 obras de arte llenas de animales fantásticos inspirados en el folclore local. No sólo estaba en peligro el legado de uno de los máximos representantes del mundo del arte naif. Salvaron el símbolo de la identidad ucraniana del fuego.
Este no es el único emblema nacional atacado por el ejército ruso.
Cuando los soldados ucranianos volvieron a visitar la ciudad de Borodianka en abril, encontraron un busto lleno de balas del amado poeta nacionalista Taras Sevchenko. En Járkiv, también fue bombardeada la casa museo del poeta y filósofo Grigory Skovoroda, otro prohombre de Ucrania.
La mayoría de las obras y archivos se almacenaron de forma segura hace unos días, pero el edificio fue destruido. Sólo se salvó la escultura del poeta que, blanca y aún en pie, simbolizaba la resistencia y aparentemente queriendo resistir la bomba.
La guerra en Ucrania se libra de muchas maneras, incluidas las culturales. La bomba que destruyó ciudades ucranianas y mató a miles de personas, también destruyó el patrimonio histórico y cultural del país.
La UNESCO habla de al menos 143 lugares dañados o completamente destruidos. Este es el número que el gobierno ucraniano ha colocado en más de 380 lugares, entre museos, bibliotecas, iglesias e instituciones culturales. El daño físico se vio agravado por el saqueo del museo.
La destrucción es indiscriminada, pero en algunos casos es posible identificar un patrón particular en el caos.
El presidente ruso, Vladimir Putin, ha revelado repetidamente que no cree que Ucrania sea una nación real o que su gente, idioma y cultura sean reales. Afirma que todo es parte de Rusia.
