Casonas republicanas, con paredes blancas y ventanas azules. Un extenso muelle que alguna vez tuvo 773 metros de largo y que le otorgó a la localidad la categoría de Puerto Mayor. Una mirada al Club Pacasmayo, la casa más hermosa del malecón, con sus extensos barandales que asoman justo sobre la orilla y desde donde se pueden saborear poéticas puestas de sol.
En este pequeño recodo norteño los festines diarios alegran las mesas. Aún se escucha al empezar el día las voces de los pescadores descargando sus bolicheras, el olor intensísimo a mar en apogeo y el sol siempre colándose por las ventanas. Ajíes, hierbas, pescado, cebollas y la infaltable chicha.
¿Por qué vale la pena conocer esta ciudad? La primera razón es, sin duda, su playa de aguas mansas y atardeceres multicolores. La playa de El Faro, famosa por tener la ola navegable más larga del mundo, lo que atrae a los amantes de los deportes acuáticos de todos los rincones del mundo. Actividades como el surf, windsurf, kite surf y stand up paddle board son practicadas en este lugar.