El martes, Rusia anunció la segunda fase de su asalto a Ucrania, centrada en la “liberación completa” del Donbás prorruso en el este, incluye un asalto final a la planta siderúrgica de Azovstal en el último bastión de Mariúpol, último reducto de la resistencia ucraniana en la estratégica ciudad portuaria donde se atrincheran miles de civiles y soldados.
Sin embargo, para Ucrania, la gran ofensiva rusa por el Donbás comenzó el lunes, tal y como señalaron tanto el gobernador de la región de Lugansk, Serhiy Gaidai, y el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. A última hora del martes, el coronel general Mijail Mizintsev, jefe del Centro de Control de la Defensa Nacional de Rusia, sugirió nuevamente que las fuerzas ucranianas depongan las armas y se retiren de la fundición de Azovstal para evacuar a los civiles de la calle Mariúpol.
Por su parte, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, se comprometieron este martes a enviar más armas a Ucrania ante un ataque ruso. El canciller alemán, Olaf Scholz, también aseguró el pleno apoyo “financiero y militar” a Ucrania.
El ejército alemán no tenía “las reservas necesarias” para hacer frente a los suministros requeridos por Kiev, admitió. Su gobierno está trabajando actualmente “con la industria alemana y con el gobierno ucraniano” para establecer qué material está disponible y cómo se puede distribuir, agregó.
Mientras tanto, los líderes del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y otras organizaciones llamaron este martes al mundo a actuar rápido para evitar que la crisis alimentaria afecte a los más pobres debido al aumento de los precios por la guerra en Ucrania.
